22 de octubre de 2006

Domingo

Así como el domingo termina el fin de semana tu actuar terminó todo lo que podía existir en mí.
Dormiste cada una de las palabras de aliento que me había dado, desarmaste cada una de las columnas que sostenían mi ilusión, destrozaste cada una de las piedras fundamentales de mis ideas, recreaste cada uno de los miedos que había eliminado, me devolviste cada una de las inseguridades que me habías permitido perder.
No sé qué tan a propósito fue tu andar. No estoy segura de que el destino haya trazado totalmente el camino. Algo tenés que haber elegido vos, que haber decidido, no puedo quitarte toda la responsabilidad.
Tampoco puedo quitarme la mía. Me advertiste, me dijiste que no lo hiciera. Y yo no te escuché, me dejé caer por semejante pozo. Y claro, cuanto más alto uno sube, más fuerte es la caída, no? Igual, estoy acostumbrada a chocarme con esa piedra. No fuiste el primero, no serás ni el último ni el único.
Gracias por hacerme sentir la princesa más bella del mundo, aunque fuese durante un tiempo. Gracias por revivir mi pasión, y prometo no dejarla ahora que me soltaste la mano. Gracias por ayudarme a volver a tener esperanza en los demás. Gracias por soltarme a tiempo, por dejarme escapar. Gracias por no darte cuenta de nada, por actuar sin pensar.
Sabías cuándo lloraba. Se nota que no lo sabés más.