10 de julio de 2010

Excepciones.-

Éramos las excepciones. Todo tiene una excepción que lo confirma (o reafirma), y alguien tiene que serlo para los demás. Pero no somos cualquier excepción, ah no. Somos de las excepciones inolvidables. Cómo no recordar el paquete de figuritas que vino con una de más, el paquete de papas fritas que tenía un chizito adentro, la botella de Coca con el premio en la tapita, o quizás esa pregunta imposible para todo el mundo que supiste contestar. Lo que sea, cuando pasan años y todavía lo recordás, es porque es inolvidable. Y así somos nosotros, las excepciones. 
Detrás de todos, éramos los que aparecíamos relucientes en el medio de la tormenta, blanco sobre negro, haciendo desaparecer todo a nuestro alrededor. Supongo que la naturaleza de algunos es estar fuera de lugar siempre. Las encuestas no nos tienen en ninguna opción, siempre estamos entre los otros. Somos la minoría de la minoría. Además, cuanto más intentamos camuflarnos entre la gente normal, más resaltamos. Las excepciones no podemos escondernos, porque es muy difícil transformar en invisible lo incandescente. 
Además, las excepciones son precisas y necesarias. Aparecen cuando más lo necesitamos, y eso las hace tan memorables. En los momentos más inestables, en los momentos más difíciles, más confusos, brillan las excepciones, demostrando que lo inesperado puede suceder cuando realmente es vital. 
Somos las excepciones, aquellas personas que sólo aparecen una vez en la vida, de manera inesperada, repentina, directa e inolvidable. Somos los que sostenemos la casa cuando empieza el terremoto, y salimos corriendo en cuanto termina para parar la inundación. Cuando menos lo esperes, ahí estará alguno de nosotros, levantando lo caído y ordenando el rompecabezas. Pero disfrutalo mientras dure, porque las excepciones son momentáneas y lo único que queda después es el recuerdo, tu recuerdo.