27 de diciembre de 2009

El camino de piedras.

Me despierto, abro los ojos y veo a mi alrededor todo aquello que ya existía cuando me dormí, pero mucho más brillante y mágico. Los lugares que me recordaban el dolor de perderte, ahora se convierten en recuerdos de una juventud que creía perdida. Las personas que me traían imágenes de saberte lejos son ahora compañeros de caminos que me acercan únicamente a algo mejor. Cada paso que doy por las veredas que recorrimos juntos, cada una de las pisadas parecen querer destrozar solamente el aire que hay entre mi felicidad y tu recuerdo. Veo tu rostro en aquellas anécdotas que nos hacían únicos, pero poco a poco tu foto se desvanece y surge un vacío que sólo espera por una nueva persona o por una nebulosa que termine por borrar por completo esa memoria que trae tanto mal. 
Me despierto, como todos los días, como siempre desde antes y después de tenerte, pero ahora me descubro olvidándote, dejándote pasar como quien roza un secreto, pero no intenta opinar. 
Y finalmente, una noche, me despierto en el mismo escenario, en el mismo tiempo, en la misma escena y con el mismo elenco, pero todo parece gris. Tus ojos son una neblina espesa, casi imposible de cruzar. Tu alma, oculta detrás de semejante opacidad, no parece ser la misma que la que alguna vez me regalaste. Incluso tu cuerpo, siempre tan sincero, siempre tan sutil, ahora es tosco, siniestro y sencillamente inútil para lo que intentás crear. Te veo y sé que quien fue mío se desvaneció en esta nueva certeza de inseguridad. Te veo, pero por más sencillo y vacío que sea, sé que no estás. Es entonces, en cuanto lo único que me abarca es la desilusión de saber perdido aquello que alguna vez quise, que transformás en real aquello que quise creer que era una broma que me jugaba mi sentir. Pasás a mi lado, ignorándome. De repente, te burlás de mi suavidad. Y te vas, destrozando lo poco que te sostenía en mi ser. 
Me despierto nuevamente en el mismo escenario, pero entiendo que la escena, el tiempo y el elenco son distintos. El guión ya no es improvisado, todo está escrito. La siguiente línea me delata: todo lo demás fue un sueño (o pesadilla, vaya uno a saber) y es este momento el que me lleva de nuevo a la realidad. Te sonrío, porque sé que ya no sos quien imaginé, porque ya no te puedo culpar por el despliegue de mi propia imaginación. Te sonrío, porque disfruto de saber que deje una piedra marcando el camino, el camino que ya no quiero volver a caminar. Te sonrío, porque me enseñaste por dónde no volver a pasar. Y no veo que me sonrías, pero lo entiendo, no creo que jamás puedas volver a despertar. 

11 de diciembre de 2009

Mundos.-

"...la más linda del amor/que un tonto ha visto soñar/metió mi rocanrol bajo este pulso..."
No había otra opción. Bailar con ella era la única posibilidad que quedaba. Me acerqué, lenta pero confiadametne, y la tomé de la cintura, como debía ser. Me miró con sus brillantes ojos marrones, con esa sonrisa que sólo destinaba a que mi mirada encontrara y que nunca le había visto compartir con nadie más. Desarmé el camino hasta la pista de su mano, procurando que bajo ningún punto de vista la perdiera. Llegamos y tal como suponía, todo a nuestro alrededor se había apagado. Quedábamos nosotros, la música, el silencio de nuestras bocas y el piso a nuestro pies. El tiempo pasaba y era milagroso que nada de todo eso se acabara. Todos los temas parecían conectados, unidos, interminables, infinitos. Nuestro andar se convertía en uno con cada paso que dábamos, e incluso ahora que estábamos bajando del auto, todo parecía continuar. Llegamos a la puerta y abrimos los dos juntos aquello que no pensábamos encontrar. Detrás de esa entrada vimos un mundo, o en realidad, varios mundos.
Uno de ellos era turbio, inconexo, desarmado en nuestras imágenes individuales y retrógrado en nuestra posibilidad de volar.
Otro, era un mundo casi fantástico, indescriptible, tanto como irreal; parecía mágico, pero sólo era onírico. Nuestro cuerpos y nuestras almas parecían una, nuestros sueños se acuñaban en una sóla y eterna imagen que no acababa jamás.
El tercero, era un mundo complejo. Amplio, no infinito pero sí inmenso, con una cielo no del todo despejado, donde otra vez estábamos los dos, cerca, interseccionados, como si fuéramos uno pero sin dejar de ser dos. Nuestros sentimientos no eran iguales, pero eran complementarios y a veces superpuestos. Pero lo único mágico y misterioso de todo este mundo, era que esos sentimientos, nuestros cuerpos, el paisaje, las imágenes que nos exponían permanente para vivir, todo era uno. Un continuo y permanente suceder que, circularmente, nunca terminaba y siempre concluía. Se repetía cíclicamente y volvía a empezar, siempre igual y siempre renovado.
Cruzaron la puerta. Entraron a su mundo. Todo se volvió uno.

7 de diciembre de 2009

Stuff.

Sometimes we just don't get what we won't, we get what we need. Eventually, some amazing musician ends up making that knowledge into a song. But despite the fact that we are the last ones to realize that we've lost the track, somehow life finds the way to show us that we'll do just fine.
Then, when everything shows up like it's all right, TV turns on o a movie comes up. A character acts like no one we know. That's the moment when we have a choice: we watch it as the imaginary expressed on a channel, or we hope for it to be the nearest to our reality as it can. Once you've started to go through that way, there's no coming back. You begin to think that there's the possibility of something of what you've just seen to be magically real.
I have no doubt that sometimes our senses are overrated. We trust them too much, and nobody warns us about the dangers of that believing. And we go for it, we go from 0 to 100 in 1 second, and when the wall comes up in front of our face, we pray with all our faith to get to our brakes before that wall gets to us.
At least, from where I came, feelings are bigger than brains when trouble appears. We spend all our lives trying to reach that point where we can leave our hearts behind, and decide about almost everything with those experiences that tell us we should run away or stay and fight, because either we or someone we know have been there or done that. But somehow, explosions happen. Things blow up and we have half a second to choose between being real or being smart, being true to ourselves or being true to our century. It's hard to think when nobody thinking, it's hard to take responsibility for the actions we didn't think about. And in the middle of all that, we, standing there, confused, scared, childishly behaving. We really wanna scream with all our voice that we cannot be more ashamed and that we need mum and dad to help us. But we can't. We can't because now people are watching. People don't watch, stare, and we know that. And we are more afraid of what people may say, than what we could say to ourselves if we saw us doing that.
I don't know if I'm wrong, I have no idea if what I feel it's right. I've stopped thinking about right and wrong a long time ago. Thankfully, I've realized that no matter what I do or what I choose, someone it's gonna be unhappy, upset (and I'm gonna be sad because I cannot fulfilled his or her expectations). Then, all I hope it's for love. For someone to love me, and who allows me to love back. Without fear, without taboos. Without nothing between us, just who lets me enjoy life. Like in the movie, like in fake life.

5 de diciembre de 2009

Espectralmente.-

Sombría y seria, camina por las calles como si el mundo no existiera frente a ella. Cada paso que da atraviesa las baldozas, y cada mirada que regala al transeúnte de turno lo atraviesa como si no existiera. En su cabeza solamente existe la música y su imaginación, ésa que le permite creerse en un mundo del cual es el centro, sin notar que a su alrededor el mundo gira en torno a ella. No descansa en su afán de desaparecer en el reflector. La luz que la enfoca parece diluirla y, como si no existiera, a su paso queda una estela de algo que no debería haber estado jamás. Suspira en su silencio, y desarma su alma en su respiración. Contempla a la ciudad con la más patética de las ironías y disfruta de saberse ajena a la inmortalidad. Entre las sombras de los tacos y los portafolios aparece, portando solamente su desesperación por alejarse de lo que la rodea y su misterio de no saber quién es. Recorre las calles sin caminarlas, roza a los otros peatones, a los colectivos y a los autos con la frialdad de la muerte. Abre los ojos detrás de sus lentes y mientras sus labios rodean cada sílaba de sus canciones, lo único que busca es su lugar en el mundo. A veces pareciera que no existe, a veces simula estar parada allí. Lo único que le falta para saberse completa es que alguien le confirme que del otro lado del límite no hay nada, o está todo.
Las mejillas acaloradamente rosadas, las piernas temblorosamente debilitadas y la mente livianamente superflua. Se sienta sobre la hierba y ve un refugio que está a punto de desplomarse. Mientras, el azar le elige aquella canción que la divide en tantas partes como heridas tiene, como historias existen en el mundo. Una lágrima cae desde sus pestañas hasta sus rodillas. Una taconera pasa a su lado. Un trajeado pasa por el otro. Nadie la ve, nadie la percibe. Como si no estuviera, como si no existiera la realidad, como si nada fuera cierto, damas y caballeros se concentran en llegar, a dónde sea. Ella se queda quieta, esperando saber si quiere llegar a algún lugar. Ella se queda esperando una respuesta. Ella ya no sabe si quiere despertar una vez más.

3 de diciembre de 2009

Atravesando la rutina.-

Detrás de la pantalla, algo había cambiado. Los silencios de la casa parecían cada vez más llenos de imágenes y todo lo que podía sentir a su alrededor era compañía. De ese lado de la pantalla, ella, fuera de sus días grises y sus ampollas de tanto caminar, deseaba minuto tras minuto que se hicieran las once y volvieran a conectarse, cada uno y uno con el otro. A veces incluso creía que los días empezaban desde hacía seis meses con la única intención de que llegaran las noches y esos encuentros que, desde la tan inexorable lejanía los sentaban frente a frente, tête a tête.
Del otro lado de la línea, todas las noches era igual: llegaba, se sacaba los zapatos, tomaba lo primero que encontraba en la heladera y así, sin más y lo antes posible, se conectaba para encontrarse con ella. Después de muchos años, la rutina de la ducha, el noticiero, la cena nutricionalmente organizada y el eventual gimnasio, había desaparecido. Quizás era un error, una inconsciencia, pero en lo que a resultados concernía, nada había sido tan beneficioso en ese último tiempo como leerla, sentirla cerca.
Lo veía ahí, tan sincero como siempre, tan honesto. Escribía pero parecía que hablaba, hablaba pero parecía que le repetía lo que ella sentía. Suspiraba cada vez que lo veía conectado, y se amargaba terriblemente cuando los minutos pasaban y él no llegaba. Siempre había descreído de la Internet, del chat y de la insensibilidad de un conjunto de números 0 y 1 que transformaban los sentimientos en una innumerable sucesión de vaguedades inocuas. Siempre, hasta ahora. Con él, las palabras resultaban reales; las onomatopeyas, sensaciones; los silencios, enormidades. Es verdad que a partir de que empezaron a verse por las cámaras, las cosas resultaron mucho mas verdaderas. Pero incluso antes, nada había sido nunca tan sincero como lo que entre ellos crecía. Y ahora, estaban por conocer sus voces, lo único que impedía que todo fue prácticamente real.
Él no podía evitar responder a cada una de sus preguntas con la única respuesta verdadera que salía de su alma. Había intentado mentirle, engañarla, atraerla con sus ilusiones, pero le había sido imposible: el magnetismo de sus palabras hacía imposible que desarmara su vida para presentarle una película de vaya a saber quién. Lo único que le quedaba, cada vez que ese "buenas noches" llegaba, era dejarse ser y permitirse volar, guiado por la imaginación que cada día parecía más infinita en ella. A veces, se quedaba sin palabras, y resultaba fantástico como encontraba en una milésima de segundo, la palabra adecuada para que la risa o la lágrima siguiera surgiendo.
Otra vez se cortó la conexión. Otra vez, a rezar a quien fuera que siguiera del otro lado. Los minutos pasaban y no había forma de solucionarlo. Rogaba porque del otro lado se hubiese cortado también, o siguiese esperando, o algo. Algo que impidiera que la magia desapareciera, como la magia siempre hace, para siempre.
"Volvió".
Tres meses habían pasado desde la última charla. El silencio que tantas veces le había parecido increíblemente completo, ahora era vacío, ligero y absurdo. Arbitrario en su decisión de reaparecer con esa soledad repentina, increíblemente hiriente en su necesidad de hacerle notar que nada era tan grande como su pasión. Destrozaban los segundos, y todo parecía desarmarse a su alrededor. Redescubrir cada uno de los rincones de la habitación con la humedad de saberse perdido. La rutina había vuelto: llegar, ducharse esperando que por primera vez en meses el agua se llevara la desesperación, sentirse desahuciado al no lograrlo, dejar de comer al dejar de vivir, ir a la PC y rogar que apareciera; mandarle un mail como todas las noches y dormir con la esperanza de volverla a leer.
Ese domingo se conectó y no supo qué hacer. Abrió la ventana y lo pensó. Sabía que tenía poco tiempo, sabía que si no lo hacía y perdía la oportunidad no se lo iba a perdonar jamás. "Buenas noches". Silencio. "Hola?" "Hola".
Se fue a dormir cambiando la rutina. La esperanza de volver a sentir lo que alguna vez compartieron, ya no estaba. Esa noche el sueño vendría acompañado de la impotencia de saber que ya no podría cambiar la historia. Sabía que en cuanto se durmiera, el despertar se transformaría en uno de esos momentos cuasi imposibles. Pero tenía que hacerlo, para acompañarla, para estar con ella, aunque fuera por última vez.
El traje negro era una de esas vestimentas sobre las que tanto bromeaban, porque su profesión de artista plástica no le permitía entender porqué una persona dedicaría su vida a repetir normas y vivir de negro. Por primer vez se acercó a ella y le dio las fresias coloridas que tantas veces le había prometido. El salón enmudeció frente al contraste con las calas.