El camino de piedras.
Me despierto, abro los ojos y veo a mi alrededor todo aquello que ya existía cuando me dormí, pero mucho más brillante y mágico. Los lugares que me recordaban el dolor de perderte, ahora se convierten en recuerdos de una juventud que creía perdida. Las personas que me traían imágenes de saberte lejos son ahora compañeros de caminos que me acercan únicamente a algo mejor. Cada paso que doy por las veredas que recorrimos juntos, cada una de las pisadas parecen querer destrozar solamente el aire que hay entre mi felicidad y tu recuerdo. Veo tu rostro en aquellas anécdotas que nos hacían únicos, pero poco a poco tu foto se desvanece y surge un vacío que sólo espera por una nueva persona o por una nebulosa que termine por borrar por completo esa memoria que trae tanto mal.
Me despierto, como todos los días, como siempre desde antes y después de tenerte, pero ahora me descubro olvidándote, dejándote pasar como quien roza un secreto, pero no intenta opinar.
Y finalmente, una noche, me despierto en el mismo escenario, en el mismo tiempo, en la misma escena y con el mismo elenco, pero todo parece gris. Tus ojos son una neblina espesa, casi imposible de cruzar. Tu alma, oculta detrás de semejante opacidad, no parece ser la misma que la que alguna vez me regalaste. Incluso tu cuerpo, siempre tan sincero, siempre tan sutil, ahora es tosco, siniestro y sencillamente inútil para lo que intentás crear. Te veo y sé que quien fue mío se desvaneció en esta nueva certeza de inseguridad. Te veo, pero por más sencillo y vacío que sea, sé que no estás. Es entonces, en cuanto lo único que me abarca es la desilusión de saber perdido aquello que alguna vez quise, que transformás en real aquello que quise creer que era una broma que me jugaba mi sentir. Pasás a mi lado, ignorándome. De repente, te burlás de mi suavidad. Y te vas, destrozando lo poco que te sostenía en mi ser.
Me despierto nuevamente en el mismo escenario, pero entiendo que la escena, el tiempo y el elenco son distintos. El guión ya no es improvisado, todo está escrito. La siguiente línea me delata: todo lo demás fue un sueño (o pesadilla, vaya uno a saber) y es este momento el que me lleva de nuevo a la realidad. Te sonrío, porque sé que ya no sos quien imaginé, porque ya no te puedo culpar por el despliegue de mi propia imaginación. Te sonrío, porque disfruto de saber que deje una piedra marcando el camino, el camino que ya no quiero volver a caminar. Te sonrío, porque me enseñaste por dónde no volver a pasar. Y no veo que me sonrías, pero lo entiendo, no creo que jamás puedas volver a despertar.
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