29 de septiembre de 2009

La guerra de los sexos I - La batalla de la cordura emocional

Hola? Hola? Estás ahí? Ah, no... Bueno, cómo andás? Yo bien, como siempre, eh... Bueno, nada, quería saber cómo andabas, cómo seguías, cómo habías terminado la noche... A la noche te llamo de vuelta... Besos.-

Hola, cómo andás? Nunca te encuentro eh? La verdad, no me gusta nada esto de dejar mensajes... Odio no saber si los escuchás, si te enterás de que te los dejo. Quería saber cómo andabas, si todo estaba mejor. Un beso.

Dani? Hola? Ahh... Cómo odio este contestador... Bueno, espero que esté todo bien. Ehhh... Bueno... Cuando puedas, si querés, llamame. Yo tengo el celular prendido. Besos.

"hola!como tas?todo bien?te deje un mje en el contstador.me llamas?besos"

Quince-Cuatro-Tres-Ocho-Cuatro-Doce-Setenta y siete... Hola? Hola! Por fin te encuentro! Cómo andás? Ah, andás ocupado? Podés hablar?... No, nada... Te llamé, te llegaron los mensajes? Ah, no tenés crédito...Esta bien. No, nada, quería saber cómo andabas, porque como no me llamaste...Sí, claro, estuviste ocupado. Sí, claro... Sí, perdoname, no quería molestar, pasa que... Ah, mucho laburo. No, todo bien yo. Acá, lo mismo de siempre, con la facu... No! No te preocupes, sólo quería preguntarte cómo andabas...Dale, dale, buenísimo, espero tu llamado entonces. Suerte en la reunión! Besos!

Hola? Hola? Tututututut.

Hola?...

"che,como andas?"

Contactos - Juli Kimia - Llamar... Hola? Ah, cómo andás? No, todo bien. Sí, mucho bardo, un kilombo estas semanas... Che, qué hacés esta noche?... Bueno, vamos a cenar? Dale, paso tipo 9 entonces. Cómo era tu dirección? Ah, cierto... No, después vemos qué hacemos, no te preocupes. Te veo a la noche entonces, besos.

Hola, Dai? No sabés! Me llamó! Sí, viste? Yo sabía que era un tímido... Claro, es que estaba a full con el laburo, pobre... Sí, me invitó a cenar, un divino. Sí, y seguro que después me lleva a pasear por algún lado. No, cómo decís eso? Él es distinto, no es como el resto. Nah, nada que ver, boloa'. Él es más tranqui, un pibe simple, nada que ver con los últimos. Seh... Que vos lo conocés? Cómo? Ah, salió con Nani? Pero sigue con ella? No sabés... ahora la llamo a Nani y le pregunto... No, claro, con razón se acordó de salir conmigo... Claro, se debe haber peleado con ella, y ahora para darle celos quiere salir conmigo. Que hijo de...Ah, pero no sabés? Bueno, ya fue, yo lo llamo y le digo que no. A mí de tarada otra vez no me toman... Vos te das cuenta? Siempre lo mismo yo! Soy una boluda... Por Dios...No lo puedo creer que siempre me pase lo mismo... Che, Dai, te dejo así lo llamo a este pibe y después a Nani, que ya me va a escuchar la conch...!!

Nico? Cómo andás? Seh, una loca la flaca. Sí, la piba esa, la de Kimia. Sí, la llamé ayer para ir a cenar. Todo bien, parecía una mina bárbara la verdad, pero quince minutos después me llamó llorando y re loca la flaca. Seh, un desastre. Me dijo que era un hijo de puta, que no sé que más... No sé, la verdad que no le entendí nada. Creo que me dijo algo de Mariana, pero ni idea. Sí, capaz que la conoce, qué se yo. Otra loca la verdad. Che, qué hacen con los pibes hoy? Sale partido? Bueno, avisale a Nacho que yo voy... Sí, dale, y hoy invito yo, que ando con plata encima, jajaja....

24 de septiembre de 2009

Simulando.

El pelo suelto para disimular el tamaño de la cabeza. Los lentes con marco angosto, para no ensanchar más la cara. El flequillo largo que disimula el frentón que llevo por delante. El delineado que abra mis ojos chiquitos. Un labial rojo que resalte mis labios pequeños. Un par de pantalones ajustados que muestren mis piernas no tan macetonas. La camisa abierta para ocultar los 5 kilos de más. El corpiño push - up para ocultar la falta de ataque. Las zapatillas que disimulen los pies anchos. La malla al cuerpo bajo todo que forme la figura que no existe. Las uñas semipintadas para parecer un poco menos falsa. El cinturón rockero comprado en Once igual al que las colegas mueren por comprar en Palermo. El reloj pulsera infaltable para ocultar mi natural impuntualidad. Mi pulsera negra que desaparece bajo las mangas largas de la camisa grunge. El aspecto general que me categoriza, me conforma, me define, me ubica en tiempo - espacio - ideología - capacidad - resistencia - conformidad.


Y en mis auriculares, sonando de fondo al paisaje urbano que me rodeaba, "Live Forever" de Oasis. Mi cabeza lo más abierta posible, el cerebro lo más desarrollado posible y las ganas de seguir avanzando para hacer avanzar, ocultando la imbecilidad social.

16 de septiembre de 2009

Parecía.-

Suspendido y único, pero tan complejo como siempre. Parecía que flotaba, parecía que no era, parecía tantas cosas que llegaba a desaparecer. Pestañeó y se levantó, con el esfuerzo de sus pocos años que tantos parecían al lado de los míos, riéndose, como siempre. Parecía tan cercano, y todo el tiempo me resultaba extrañamente distante en su sonrisa. La baldosa floja y su poca estabilidad hicieron que una carcajada en estéreo se escapara, haciendo que lo que estaba alrededor pareciera un simple contexto, una mera casualidad. Cruzamos con miradas infantiles al alma ensordecedoramente abrumada del otro, y encontramos lo que no veíamos en nosotros mismos: nuestra sencillez. Lo ayudé a levantarse nuevamente, y con la risa todavía entre los labios, las ganas de cambiar el mundo se hicieron más palpables. Paso a paso las utopías que minutos atrás parecían increíblemente imposibles ahora no eran otra cosa más que proyectos a futuro. Había en su voz una sutil e innata mentira, y en sus palabras, la ironía que llevaba a sus entrelíneas un poco más allá. Ya no era la queja, era la diferencia. Ya no era el mundo inentendible rodeándonos, era el próximo bienestar que parecía no sólo alcanzable, sino reveladoramente acogedor. Una bocanada de aire con aroma a lluvia se entremezcló con la esencia de menta y recorrió en un abrir y cerrar de ojos desde la punta de mi nariz hasta el dedo meñique de mi pie derecho. Todo mi cuerpo sintió la frescura que su alma parecía proyectarme, y aunque era peligrosamente inalcanzable, me dejé llevar por la idea de que la posibilidad de volver a ser una niña estaba frente a mí. La gravedad me jugó una mala pasada y, entendiéndome par, sencillamente sonrió mientras a través de sus ojos estallaba en carcajadas una atrás de la otra. Me reí yo para liberarlo de semejante presión, y el no pudo contener más lo que él creía burla, pero yo entendía como libertad. Hábilmente me dejó llevar por su mano, y fue entonces, no sé si en el momento en el que planté firme los dos pies en el suelo, o en el que lo solté, volví a la realidad. Nunca, jamás en mi vida, la realidad había parecido tan cercana a la irrealidad de la locura.

10 de septiembre de 2009

El deshormiguero más grande del mundo.-

Millones de ellos se mueven, siempre tan apurados, bajo el rayo de sol o la lluvia, haciendo lo que corresponde. Se golpean, se atropellan, sa aplastan, y siguen haciendo lo que corresponde. Todos casi negros, todos casi grises. A su alrededor el maravilloso color de la vida, pero no les compete anexarse a ese movimiento alegre de hojas, flores, pájaros, agua, rayos, viento. No, porque no es lo que corresponde.
Siguen derecho, siguen caminando. Rompen las barreras de las vías para acelerar el paso. Llegan temprano a lugares vacíos, llegan tarde a lugares llenos. Nada de eso importa, ellos continúan con su movimiento constante y sin pausa, pues es lo que se corresponde.
Siempre con pasos increíblemente marcados y seguidos uno del otro. Con ojos más parecidos a cataratas que a lagos, siguen andando, pasando. Se mueven, van, vienen, se cruzan, se anudan. Y siempre tan solos. Pero eso sí, siempre haciendo lo que corresponde.
De repente, estrepitosa y sorpresivamente, colapsa su armazón de metal. No sé si los agobia el miedo o siguen haciendo lo que corresponde.
Caído el Parlamento, la ciudad no colpasa. Los niños siguen, portando sus mochilas. Las madres siguen susurrándelos que los aman. Los abogados siguen ajetreadamente vacíos. Y los médicos, fríamente encamillados. El movimientos no se frena ni por un momento. Simplemente siguen, procurando moverse lo suficiente como para evitar ser ellos la próxima víctima. Si hace falta, desarmarán el origen del mundo. Si es lo que corresponde.-

6 de septiembre de 2009

Ella.-

Y volvió. Después de que había parecido que se hubiese escapado, que hubiese desaparecido, que quizás, por alguna razón, simplemente quizás, hubiese muerto. Pero no, ahí estaba, parada frente a mí tan viva como la última vez que la había visto. Incluso, describirla la haría sonar a aquella que alguna vez convivió conmigo, volviendo de mis días una pesadilla. Sus rulos ahora más amplios pero igual de castaños, sus ojos miel que parecían haber sido atravesados por meses de tristeza, menos cintura, más miedos y una voz que sonaba parecida a la última vez que le había escuchado, pero que cargaba con el peso de haber recibido los golpes de la soledad.
Anonadada en la sospecha de que llegaba para no irse pronto, la revisé de pies a cabeza y de nariz a a nuca, tratando de encontrar en ella las diferencias con la última vez, tratando de entender qué la hacía volver. No dijo palabra, incluso sabiendo que moría por preguntarle lo que mis ojos ya le estaban reclamando que explicara. Es que siempre fue así de arisca, de cínica: llegaba para no irse y para dejarme con la intriga de para qué venía hasta el momento en el que me decía "me voy", y yo sabía que ya lo había conseguido.
Suspiré hondo, tomé en mis manos la fuerza que necesitaba para pedirle que se fuera, y la tomé de un hombro. Un escalofrío recorrió cada una de las vértebras de mi columna: una catarata de imágenes que más que recuerdos eran avisos y consejos de precaución me atacaron sin darme tiempo a respirar. La solté, pero no por decisión propia, sino porque su aura estaba rodeada de la energía que un cable pelado puede proyectar. Me miró, sabiéndose victoriosa, sabiendo que ya había perdido esas fuerzas que había recolectado y que no había manera de echarla de allí.
Volví a alejarme lentamente, mirándola a los ojos, esperando que me dijera que no iba a quedarse, que esta vez iba a dejar mi vida en paz, que por más catastrófica que en ese momento fuera la sucesión de mis días, ella no iba a inmiscuirse para que fuera aún más compleja. Esperaba eso y mucho más, pero como siempre, no dijo nada. Me miró y sonrió, socarronamente, dejándome bien en claro que ella ponía las condiciones en su estadía, así como el plazo y el objetivo. Una lágrima se deslizó imprudentemente por mi mejilla dejándole bien en claro que lo había entendido, que no haría nada por detenerla y que una vez más, estaba habilitada a darle un giro de 180° a mi vida. La última vez, algo la había frenado, pero esta vez entendí que venía a terminar lo que había empezado, y nada la detendría.-

2 de septiembre de 2009

Llovizna.-

Otra vez y contando. ¿Cuál era ya, la tercera, la cuarta? No me podía acordar. La llovizna de nombre santo me golpeaba los cachetes al ritmo de mi caminar, y al ritmo de mi pensar. Pensar en todo lo que siempre estaba a punto de ser, y nunca era. Pensar en todo lo que imaginaba, y no era real. Pensar y repensar en el porqué de mi caminar solitario en esta tarde fría y húmeda de agosto, cuando debería estar acompañada y resguardada en sus brazos.
Tomo la decisión y marco el número. No por ello dejo de caminar, de sentir el viento y el frío, el agua y el agotamiento en la ciudad. Suena. Busco un lugar para frenarme y hablar. Suena. Encuentro un local acogedor, pero demasiado iluminado para mis ojos acostumbrados a la resolana lluviosa. Suena. Me decido por una esquina no tan resguardada pero más amena para mi infructuoso accionar. Suena. Me canso y corto.
La duda de saber qué hacer ahora. Mi primer impulso: insultarlo. Claro, es que la necesidad visceral de sacar la bronca reacciona antes que nada. Mi segundo impulso: insultarlo por teléfono. Claro, es que no alcanza para ciertas cosas con el grito al cielo y la resignación. Mi tercer impulso: enviar un consolador mensaje de texto. Claro, es que lo que me provoca, tan contradictorio permanentemente, sólo puedo promoverlo en un espacio tan inexpresivo como la digitalización de la palabra.
El colectivo avanza y vuelvo a verme sola. Sola, angustiada, roída por el resentimiento y todavía con ansias de que me dé la oportunidad de perdonarlo. La lluvia sigue cayendo y entiendo que no va a existir tal ocasión. Me bajo del colectivo y camino cuatro cuadras que parecen cuatro cuadras. La reja negra no podría ser más oportuna.