6 de septiembre de 2009

Ella.-

Y volvió. Después de que había parecido que se hubiese escapado, que hubiese desaparecido, que quizás, por alguna razón, simplemente quizás, hubiese muerto. Pero no, ahí estaba, parada frente a mí tan viva como la última vez que la había visto. Incluso, describirla la haría sonar a aquella que alguna vez convivió conmigo, volviendo de mis días una pesadilla. Sus rulos ahora más amplios pero igual de castaños, sus ojos miel que parecían haber sido atravesados por meses de tristeza, menos cintura, más miedos y una voz que sonaba parecida a la última vez que le había escuchado, pero que cargaba con el peso de haber recibido los golpes de la soledad.
Anonadada en la sospecha de que llegaba para no irse pronto, la revisé de pies a cabeza y de nariz a a nuca, tratando de encontrar en ella las diferencias con la última vez, tratando de entender qué la hacía volver. No dijo palabra, incluso sabiendo que moría por preguntarle lo que mis ojos ya le estaban reclamando que explicara. Es que siempre fue así de arisca, de cínica: llegaba para no irse y para dejarme con la intriga de para qué venía hasta el momento en el que me decía "me voy", y yo sabía que ya lo había conseguido.
Suspiré hondo, tomé en mis manos la fuerza que necesitaba para pedirle que se fuera, y la tomé de un hombro. Un escalofrío recorrió cada una de las vértebras de mi columna: una catarata de imágenes que más que recuerdos eran avisos y consejos de precaución me atacaron sin darme tiempo a respirar. La solté, pero no por decisión propia, sino porque su aura estaba rodeada de la energía que un cable pelado puede proyectar. Me miró, sabiéndose victoriosa, sabiendo que ya había perdido esas fuerzas que había recolectado y que no había manera de echarla de allí.
Volví a alejarme lentamente, mirándola a los ojos, esperando que me dijera que no iba a quedarse, que esta vez iba a dejar mi vida en paz, que por más catastrófica que en ese momento fuera la sucesión de mis días, ella no iba a inmiscuirse para que fuera aún más compleja. Esperaba eso y mucho más, pero como siempre, no dijo nada. Me miró y sonrió, socarronamente, dejándome bien en claro que ella ponía las condiciones en su estadía, así como el plazo y el objetivo. Una lágrima se deslizó imprudentemente por mi mejilla dejándole bien en claro que lo había entendido, que no haría nada por detenerla y que una vez más, estaba habilitada a darle un giro de 180° a mi vida. La última vez, algo la había frenado, pero esta vez entendí que venía a terminar lo que había empezado, y nada la detendría.-

2 comentarios:

Roger Smith dijo...

Me provocaste una intriga bárbara!!! Me gustó mucho, fuiste capaz de transmitir muchos sentimiento y sensaciones en pocas líneas. Un placer poder leerte!

Ragnar dijo...

La verdad, no termino de decidirme. No sé si fracasás estrepitosamente en esto de ponerte en los zapatos de un hombre y escribir sobre una mujer... O si lo lográs de forma espetacular. Lo de "estaba habilitada a darle un giro de 180° a mi vida" es delicioso.
El emesene es chero312arrobahotmail. Pero no sé como vamos a hacer con el spanglish...