Érase una vez
Érase una vez el recuerdo de un relato. Dicho recuerdo, retenido y olvidado al mismo tiempo, descansaba paseando por interminables laberintos de tiempo y espacio, en los cuales se iba mezclando y borrando con otros relatos.
Érase una vez el recuerdo de algo. Dicho recuerdo, casi olvidado al tiempo, descansaba en interminables laberintos donde se mezclaba mientras se fusionaba con otras historias.
Érase una vez un relato. Dicho, recordado y casi al mismo tiempo, en interminables laberintos de tiempos y espacios en los cuales se iba mezclando y borrando.
Érase una vez un relato del recuerdo. Dicho ese relato, el recuerdo casi recordado, descansaba en interminables laberintos, que en tiempo y espacio, no podía ni mezclarse ni fusionarse con otras narraciones.
Érase una vez un autor que retomó todos los relatos, todos los recuerdos, todos los relatos de recuerdos y todos los recuerdos de relatos, los separó por medio de mentes en blanco y los rearmó y fusionó, borrándolos por medio de espacios y tiempos, creando otra historia.
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