10 de mayo de 2007

Como debe ser

7:30 AM:
Sonó el despertador. Auténticamente despierta, Sofía observó como todos los días cada uno de los rincones ocultos de su habitación, casi como si pudiese ser el último día. Después, siguiendo con su auto-instituida rutina, respiró profundo, sintiendo el aroma que desprendían los jazmines del balcón. Sabía que era peligroso, pero hacía mucho tiempo que había decidido que, si iba a vivir, iba a vivir bien, y a ella le gustaba despertarse así. Suavemente se levantó de la cama y apoyó los dos pies en el suelo plastificado. Otro día más que llevar adelante.

Hacía diez horas que no dormía y el insomnio estaba ganándole a mi paciencia. Sonó por centésima vez en esa noche el teléfono y volví a ubicar mi voz en el casillero de “Hola, mi nombre es Daniel, ¿en qué puedo ayudarlo?”. Cuando la mujer, que por la voz parecía una señora mayor con serios problemas para entender las nuevas tecnologías, casi en un grito histérico al mejor estilo de Skrik, decidió usarme como “puchinbol” y luego cortarme al sentirse frustrada por su incapacidad técnica, miré con rencor el reloj de la PC, esperando poderme ir. Por suerte, ya marcaba las 7:30am.

10 AM:
Caminó dos cuadras hasta el subte y no se enojó cuando vio que estaba suspendido. Retrocedió las mismas dos cuadras para tomar aquel colectivo que, si bien tardaba tantísimo más que el subterráneo para llegar al mismo lugar, le permitía reencontrarse con su ciudad. Recién en este retroceder se permitió observar un cartel pegado de mala manera, inclinado y con dos esquinas ya despegadas. Era uno de esos carteles que había visto tantas veces, pero recién ahora, cuando no creía que entenderlos le sirviera, Sofía les prestaba atención. Llegó el colectivo y se subió pensando en que, si quizás les hubiese prestado atención antes, ahora no estaría yendo a Lima 340.

Así como el cansancio me había irritado, también me hizo tropezar mientras volvía. “Abrilo con cuidado, sin usar dientes ni tijeras”. El contraste entre el naranja y el blanco me llevó a leer el cartel que se encontraba frente a mí cuando me levanté. Honestamente, cuando veo los carteles, las charlas, la efímera preocupación de todos los medios y de la gente sobre el SIDA el primero de diciembre, no puedo creer en otra cosa más que en que somos hipócritas y no nos importa en realidad. Por lo menos, a mí no me preocupa, porque me cuido y no me va a pasar. Lo único que me preocupó en ese momento fue correr para alcanzar el colectivo.


1 PM:
Caminó hasta el subte y se alegró de que ya hubiese vuelto a funcionar. Antes de alejarse de la oficina que recién había visitado en pleno centro, Sofía se preocupó en volver a contar por centésima vez los remedios y asegurarse de que no le faltaba nada. Con todo confirmado, bajó las escaleras, compró su pase y entró al antiguo sistema de rieles que tanta gente utilizaba para ir y venir pero que, a diferencia de ella, no valoraba como elemento artístico. “Esta estación sería una buena locación para mi corto”, pensó. Subió y se resignó a entender que, a diferencia de lo que le pasaba a otros compañeros, a ella no le darían el asiento, por más cansada que se sintiera.

Mientras disfrutaba de mi colchón, soñé con la noche que iba a venir. La esperaría con velas y una cena romántica, para que no pareciese que estaba tan desesperado. Hacía seis meses que no la veía y no podía esperar más para tenerla entre mis brazos y sentirla de nuevo. Me acomodé de costado y, con sonidos suaves del arrullo del viento entre los pétalos de las flores que ella me había dado hacía tanto tiempo ya, concilié el sueño y empecé a imaginar todo lo que no podía durante el día.


3 PM:
La llave entró en la cerradura con dificultad, como siempre, porque nunca quedó del todo bien esa puerta después del problema de humedad. Dejó las bolsas sobre la mesada de la cocina y prendió automáticamente la radio. Recorrió estaciones y ninguna la conformó, así que la apagó y prendió la televisión. Encontró un programa en el que, para variar, hablaban del SIDA en el día internacional de la lucha contra el SIDA. Por primera vez en veintitrés años sentía que le encantaría que esa misma charla se viese el tres de octubre, el diecisiete de julio y el cinco de enero. Se sentó en la cama, subió el volumen y prestó atención al especialista en el virus, y escuchó lo mismo de siempre: “todavía no hay cura, todos saben, pero se están haciendo avances impresionantes en la investigación”, “la mejor cura es la prevención”, “los jóvenes de entre quince y veinticuatro años son las principales víctimas del SIDA, que afecta en la actualidad a unos 40 millones de personas en todo el mundo”, y otras yerbas. Ahora Sofía comprendía todo lo que escuchó tantas veces y aprehendió tan pocas.


Sin poder dormir por la excitación de lo que pasaría esa noche, me levanté de la cama y prendí la televisión. En el canal en el que la había apagado la tarde anterior, hablaban del VIH, lo que no me sorprendió, siendo primero de diciembre. De todos modos, no sé bien que decían, sólo me preocupaba en ese momento qué comeríamos, qué me pondría. Tenía que verme bien para ella. Me costó tanto convencerla...Seis meses!


7 PM:
Entró a bañarse y eligió un buen baño de inversión. Estaba cansada, agotada, pero era una buena noche para despejarse y alegrarse un rato. Estuvo sumergida hasta que las sales se volvieron agua, salió a la loza caliente y agradeció haberle hecho caso al arquitecto. Siempre se preguntaba si sería él la única persona que conocería por completo su hogar. ¿Su hogar? Quizás si ella no podía conocerlo, entonces era el hogar del arquitecto, y simplemente su casa. No, esas eran pavadas. Tomó el vestido negro escotado y, junto con las sandalias de taco aguja y la gargantilla, hizo el conjunto más sexy que podía crear.

No sé.. no estaba conforme con el arreglo en la mesa. Reacomodé las velas. Ahora sí. Estaba feliz con el resultado. Me fijé que estuviera el CD en el equipo y disfruté del aroma de lo que estaba en el horno. Dejé que toda mi alma se regocijara en ese aroma y me senté a esperar que llegara el momento.


9:30 PM:

Tocó el timbre, y esperó frente a la puerta. Ese era el día para decirle porqué tardó tanto tiempo en llegar a esa instancia. Era dfícil, pero sabía que era el único que no iba a asustarse. Cuando lo vio disfrutó de ver su presencia, pensó en lo hermoso que era y en lo que lo quería. Sabía, después de mirarlo a los ojos, que podía confiar en él.

Estaba hermosa. Saludarla fue el mayor placer del día, sin lugar a dudas. No sabía que podía sentir eso, pero ella era la persona correcta. La única que me podía llegar a hacer feliz. Pero, cuando la miré a los ojos, vi algo que no estaba bien. Algo que ocultaba, o que no quería ocultar pero no podía evitarlo.

12 AM:


Las miradas se cruzaron. Una fue para abajo, resignada. La otra, no salía de su asombro. Hasta que salió. Y sonrío. Destruyó el silencio y dijo:

Te amo.

Más allá de todo.

Como debe ser.

1 comentario:

Ragnar dijo...

BUEN post. Mantuvo la intriga hasta el final.