La guerra de los sexos III - Sobre la victoria de la histeria
Hoy monologo yo. La victoria de la histeria llegó para quedarse. De ambos lados, en todos los campos, en todos los batallones. Pequeños grupos insurgentes de histéricos, que cada vez se amplían más, avasallan a todo aquel que tiene la insensata decisión de tener una relación alguna vez denominada sana.
No pretendo ser idiota o minimalista: nobleza obliga a aceptar que un cierto nivel de histeriqueo codificado es interesante y hasta divertido por un período breve de tiempo. Que te paso mi teléfono pero te contesto uno de cada tres mensajes hasta la primera salida; que te llamo y no estás, y cuando estás, llegaste agotadísimo y sólo tenés tiempo para organizar nuestra visita al cine; que pierdo tu mail y te hago recorrer a todo el muestrario de mis amigas para que lo consigas de nuevo. A todos nos gusta ser presas y ser cazadores, es la gracia del juego. Pero un rato, hasta que queda establecido dentro de las reglas de juego que esto va a algo serio, o puede llegar a serlo. Y ahí, la histeria la ponemos en nivel 1 o 2 de 10, y jugamos con todos los demás botones de la consola que nos arma la mezcla de la relación con otra persona.
Pero cada vez más, y a mi pesar, me cruzo con historias que lo único que hacen es demostrarme lo rápido que se propaga esta peste de la individualización y el egoísmo entre la gente, por lo menos, entre los chicos y jovenes de la veintena de años, en todas sus combinaciones con otras cifras. Chicos enamorados, que no saben si ella quiere estar con él, lo ve como un amigo, o que no le dice como lo ve, pero de a ratos es el mejor amigo, y de a ratos el mejor amante. Y claro, atrás está ella, la que quiere ser conejita de playboy pero no le da para cadeta de McDonalds, la que necesita sentirse deseada y lo usa a él, el pobretón de turno que osó enamorarse de ella, para nunca perder a ese uno que siempre la desee. Y para eso, no lo suelta jamás, mostrándole solamente en los momentos en los que parece perderlo en brazos de otra, que ella en realidad también está ahí para su disposición.
Del otro lado, él, el que cuando le cuento a cualquiera mayor de 50 años no me cree que existe: la novedosa raza del histérico argentino. Generalmente fachero, este chico no lo hace por sentirse deseado, lo hace para sentirse poderoso (ojo, los dos combinan ambos aspectos, pero la mujer busca más el deseo, y el hombre más el poder). Sabe que la puede controlar, que puede no llamarla y lo va a llamar, que puede no hablarle y le va a hablar, que puede decirle que está con otra, y ella esperarlo a los pies de la cama. Tiene su pequeño séquito para controlar, que quizás no lo vean como un Adonis, pero seguro lo ven como un dios, y eso para él es suficiente.
Atrás de estos muchachos, hombres y mujeres que se preocupan mucho más por ser en sus mentes exitosos, que en la vida real y evitando que otras personas salgan lastimadas, los que se terminan pegando con sus paredes a 226 km/h. Hombres y mujeres que mueren por amar y ser amados, o que simplemente tuvieron la mala suerte de caer por estos pequeños monstruos de egoísmo, y que sufren de la duda de soltarlos y tratar de encontrar a alguien nuevo, con el miedo de no saber si existe; o bien, de seguir atados, a algo que saben que no es real, pero que por lo pronto se parece bastante. Lágrimas caen, puteadas se van con el viento y llegan a los oídos sordos de las nubes. Y así se sigue desarrollando el mundo moderno, con cada vez más de ellos, porque a nadie le gusta estar en el bando perdedor.
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esta es mi línea
porque detrás de todo
no quedan
ni tiempos, ni lugares
ni otras líneas que dejar
en esta línea te muestro
aunque no veas
mi alma
lo que vivimos juntos
dejo paso a paso
nuestro andar
esa es tu línea
intermitentemente paralela
a la mía
tan limpia y fresca
pareciera que nunca
jamás de los jamases
la hubieses pisado
sé que no
saltas y corro junto a tí
tratando de alcanzarte
sabiendo que no puedo
nuestra línea no existe
pero cada vez
que me muevo insensatamente
se cruzan en puntos
y se vuelve segura
y sigo corriendo
porque se que adelante
voy a chocarte
y no te liberaré más
años pasaron y mi línea
y tu línea y nuestra línea
nunca fueron una
y salteé casilleros
y escapé a líneas nuevas
y te veo aún a mi lado
pero estás tan lejos, tan lejos
que sé que indefectiblemente
tengo que dejarte
seguir con tu salteo
con tu escape de tu propia línea
y debo seguir la mía
tan segura desde un comienzo
hasta que se cruzó
[con la tuya.]