7 de octubre de 2009

Del Rock al Derecho en 21 años.

Sentada. Miro la pantalla y la verdad, o a decir verdad, no parece tan distinto. Al lado mío, el mismo televisor, la misma voz, el mismo vaso, el mismo resaltador. Detrás mío, la misma cama, el mismo conjunto de ropa desgarbada que resulta ser usada, el mismo conjunto estático de almohadones. Delante mío, la misma imagen de hace años, la misma entrada comprada con meses de anticipación, la misma cantidad de cosas que pienso que debería sacar del escritorio. Y es que nada parece demasiado distinto respecto de hace unos segundos.
Hago zapping, cambio los canales, apago el televisor y prendo la radio. Cambio los diales, voy y vuelvo entre emisoras, la apago. Reviso los diarios del mundo virtuales, los blogs de turno y el resto de las tareas que me corresponden donde me comentan la realidad del mundo. Reviso la cucha de mi perro, y me encuentro con sus ronquidos. Y es que no, todo parece igual que antes de que sucediera.
Abro los libros y las agendas, reviso los mails, reviso mi página, enciendo el teléfono y el celular. No, la temperatura, los tonos, las líneas, todo parece igual que hace minutos. Incluso, por mucho que lo intente y me mire al espejo, ni un gramo menos, ni un pelo más blanco, ni un centímetro de más en ningún lado.

12:38 am. De fondo, un tema cuyo título no parece ser evidente en el contexto en el que lo escucho: "Sunshine of your love". Pero su arpegio simple y real me recuerda que todo lo complejo puede parecer imposible de alcanzar, pero en realidad es mucho mas sencillo de entender que otras cosas. Un saludo se acerca, otro termina, uno está por comenzar. Las felicitaciones por un hecho imposible de evitar, son sucesivas. Pero así y todo, detrás de mis ganas de ser estrella de rock, y delante de mi necesidad de estudiar el derecho que organiza lo que creo que hay que desarmar y desarticular, hay una nenita que con sus rulos constantes se subía a su mecedora de caballito, y jugaba a la doctora con Juliana. Una nena que con zapatillas de danza negras y remeras de brillos, lejos de ser las sílfides que la rodeaban, hacía lo imposible por lograr encontrar eso que le iba a permitir expresar todo lo que necesitaba, mientras sus palabras llegaban mucho más lejos de los que pensaba. Una jovencita decidía dejar atrás todo lo que le molestaba, y empezar de cero, con gente que pudiera compartir con ella ciertas magias; tomaba las armas que le prestaban un ratito y saltaba por sobre las murallas que alguna vez le habían impuesto. Una adolescente completa compartía horas con adolescentes que le acompañaban en cada uno de los momentos que se suceden de la manera más feliz. Una joven que sale de su ámbito rodeado de murallas de cristal, de ideales impensados y destrucción racional, y entra en un ámbito que hubiese sido perfecto para repetir el modelo, salvo porque se cruzó con la necesidad de respirar. Una joven se mantiene firme por primera vez en la vida, en una forma de verla y vivirla, sin pensar si es buena, mala, simpática, atenta o lo que sea. La disfruta, y listo. Y ahora, esa joven, es jurídicamente capaz.

12:57 am. Y se supone que ahora sí puedo ser responsable por completo, más que hace 58 minutos atrás. Vaya uno a saber porqué. Porque lo que yo sé, es que lo único distinto, son las ganas de festejar.

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