26 de mayo de 2010

Bocanada de aire fresco.-

Una bocanada de aire fresco, eso era ella para mí. Nunca entendí si estaba en su mirada, en su voz, en su risa. Creo que era mi ignorancia en el arte de entender su intrincada personalidad, pero fuera lo que fuese, era como volver a respirar cada vez que la veía.
De lo que hablaba, no lo sé. Hablaba mucho, y casi siempre sin demasiado filtro, lo que volvía sus cuasimonólogos bastante complejos de seguir. Hablaba de una manera fluida y y casi como si fuera un solo río, pero la realidad es que era un caudal insostenible de pensamientos.
Amaba como hablaba y yo no me dejaba amar. Más que amar, avasallar por su tierna locura. A veces, incluso, parecía que ella misma era avasallada por su propia pasión. No podía soportar que el mundo se cayera a su alrededor y ella no pudiera hacer nada para solucionarlo. Pero yo no entendía lo maravilloso que tenía su incontinencia emocional, incluso cuando eso era lo que me salvaba.
Una lluvia violenta durante una calurosa tarde de verano, eso era ella. Incluso aquella mañana en la que después de atacarme, desapareció para siempre.

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