8 de junio de 2009

Cuando dejó de llover (y comenzó a granizar)

Te dejé mientras me iba, aunque me decías que no.

Me rogaban tus ojos que me quedara siempre.
Escuchaba tu voz agotando mis oídos por piedad.
Corrí escapando de tu pedido de misericordia.
Te dejé mientras te quedabas, tan simple.
Sentía tu corazón quebrarse por la espalda.
Me alejé con el miedo a lo desconocido en mis hombros.
Suspiré por lo imposible y así te dejé, por primera vez.
Te dejé miles de veces, te dejé de pie, de rodillas.
Repetimos la escena cientos de veces
y cada vez más, esos imaginarios encuentros
se convertían en táctiles para los dos.
Te dejé una mañana de lluvia con la tormenta detrás.
Te dejé mientras no estabas, mientras escapabas.
Te dejé sin dejarte, cuando nunca te enterarías.
Te dejé como no se puede: sin dejar de quererte.

1 comentario:

Toti dijo...

La verdad, es que no paro de identificarme con las cosas que escribis... probablemente, muy probable, que sea por el momento que estoy pasando.
Tenes una precisión para elegir cada palabra, que es maravillosa.
Te felicito por semejantes escritos.
Gracias por pasarte por mi blog
Saludos
Toti