23 de junio de 2010

Ceguera.-

Giran, giran todo el tiempo.
Y ellas, que no paran de moverse.
Yo acá parada, espero
que todo lo que mi cabeza decide sea.
Cuadran las mentiras que fueron
sinceras conmigo, conmigo.
Etérea melodía en mis oídos
la que ahora me desarma.
Y suspicaz el viento se desplaza,
rápido por los silencios que dejo
abiertos para que crezcan.
A veces todo parece simple
                                        [todo es simple]
pero el mar nos devuelve a la
irrealidad.
Despierto rodeada de grises
en una mañana con el más
                                      glorioso amanecer.
Acierto, creo, en pensar que
cierta vez me despertaré y seré
yo misma, la que se detiene y cree
que algo puede cambiar.
Lo que se encuentra a mi alrededor
se funde en negro
y me absorbe espacialmente.
Cegada por su brillo
tan distinto a mi realidad.
Suspiro de su aliento,
revivo por su mirar.
La única excusa para no
                                   [ya no]
abandonar.

9 de junio de 2010

Otra vez.-

Lo tenían todo. La tranquilidad, la paz, el amor, la felicidad. Todo ahí, al alcance de sus manos. Todo tan simple parecía. Lo habían visto cientos de veces, tenido en frente a sus narices en miles de ocasiones. Todas y cada una de ellas habían sido oportunidades de alcanzarlo, de conseguirlo. Todo se había concluido para que fuera lo que tenía que ser, y nada más. Suponía que lo habían visto: nadie podía ser tan estúpido como para no verlo. Era claro, evidente, casi que imposible de no chocarse con ello. Y ahí seguía, tan incólume como siempre. No pudo creer lo que veía... 

Otra vez se repetía la historia. Otra vez, como hacía años pasaba, rozaban sin sentir la oportunidad de ser completamente felices, y no la tomaban. Otra vez, abandonaban cualquier posibilidad de entender lo que pasaba a su alrededor. Otra vez, se conformaban con las mismas simples palabrerías. Otra vez, se creían lo que sus propias mentes inventaban, por sobre lo que los sentidos más extasiados les indicaban. Otra vez, volvieron a abandonar a la suerte que el destino cambiara. Otra vez, dejaron que el sueño se rompiera de nuevo. Otra vez, sin demasiado esfuerzo, cortaron los hilos que mantenían tejido el cielo. Otra vez, corrieron atrás de la mentira.

Después de ese día, la vida ya no fue la que conocían. Ya no habría otra oportunidad. El perdón y la felicidad estaban perdidos. 

Ella volvió a caminar, y decidió nunca más volver a comprender o perdonar. No se lo merecían. Por mucho que lo quisiera, ya nada sería lo mismo. Ella volvió a caminar. 

2 de junio de 2010

Dos.-

Dos noches pasó en vela. Dos noches, y seguía esperando para poder dormir. No es que quisiera hacerlo, pero claro, el cuerpo ya lo estaba pidiendo. Tenía todavía resto, pero el insomnio (que no lo era tanto) se prendía sin poder evitarlo, y allá caía cualquier posibilidad de volver a soñar. Respiró hondo y se dejó llevar.
Despertó aquella mañana sin recordar nada de la noche anterior, más que el momento en el que se acostó. Palabras sonaban en su mente, sombras que parecían personas se iluminaban en sus recuerdos. No estaba muy segura del día. Miró el reloj y le resultó intrusa la luz que se escabullía por las rendijas desde afuera hasta su rostro. Se levantó para darse cuenta de que había perdido dos días. Respiró hondo y empezó a pensar.
Salió a la puerta, sintiendo que el aire a su alrededor lo asfixiaba. Nunca iba a poder acostumbrarse a semejante sopor citadino. A veces, incluso, le costaba recordar porqué estaba todavía acá. “Ah, sí.”- pensó mientras subía los escalones.
Salió a la calle, sintiendo que todo a su alrededor era fantástico. “Nada es mejor que esta ciudad”. Caminó casi sin necesidad de mirar por dónde andaba, para llegar a su lugar. La peligrosa puerta del medio la vio entrar, tan airosa como siempre.
Suspendidos se quedaron, cuando una tarde de calor el pañuelo los cruzó y todo resultó perfecto y asfixiante. Nada peor ni mejor que un febrero en Buenos Aires. Todo a su alrededor se transformó en ese momento eterno. Algo quedaba de lo que pensaban hasta que se miraron. Esa necesidad de verse. Esa necesidad de verse por siempre. Esa necesidad que nunca más tuvieron que extrañar.


[Completos... Gracias por hacerme tan feliz...]