13 de noviembre de 2007

Te necesité como nunca necesité a absolutamente nadie. Respiré hondo esperando que aparecieras, y no lo hiciste. Y aunque lo hubieses hecho hubieses sido tarde. No importa cuándo, pensé que sería posible que hasta por milagro quizás soltaras ese manojo de egoísmo que te eleva por los aires y volvieras a mí. Incluso que quizás, por primera vez llegaras. Pero no lo hiciste. La magia esta vez pareció desaparecer, de una vez y para siempre.

Las lágrimas que me acompañan no son de cocodrilo. Tampoco son siquiera pasajeras. Ni momentáneas. Son absoluta y comprensiblemente eternas. Porque el dolor de lo que se tuvo y se perdió para siempre sabiendo que no volvería jamás es inolvidable. Pero no del buen inolvidable, no de la sensación de mariposas en la panza de tu primer amor, sino del mal inolvidable, del que aparece cuando un avión se estrella frente a tus ojos y tu inutilidad.

Podría decirte que lo sé, pero jamás voy a entender cómo pudo ser que todo tuviera un final tan drástico. Bueno, al menos para mí.

Si sigo escribiendo un teclado va a perder su pulso. No me quedan ni letras, ni palabras, ni bronca, ni ira, ni llanto ya para poder decirte que voy a extrañar a la única persona que me hacía sentir acompañada y feliz, pero que también sé que soy una persona y que como tal lo único que puedo hacer por mí y que no vas a poder hacer vos es respetarme.

Te amo, amo tu recuerdo y lo que vivimos juntas, jamás te voy a olvidar. Marcaste todo, pero este es el final.

Todo historia tiene un final, pero en la vida todo final es un principio. Espero que así también lo sea para mí.

Para vos, Johy.

1 comentario:

Un Ángel Gris dijo...

FACK!

Dios, no se que habrá pasado... pero damn. Sea lo que sea, si merece ser comentado, ya sabés que te escucho.

Un beso, y te quiero mucho.

Leo.