MANIFIESTO POR UNA NUEVA REALIDAD
Me rehúso a creer que la Era Dorada de la Inventiva Post Moderna ha terminado. No puedo entender que todos y cada uno de los presentes en este momento en el Planeta se instalen en la facilidad de la ignorancia, la ignominia y la delicadeza del no ver. Acobardados detrás de los escritorios de su permanente reiteración de estupidez encuentro agazapados sueños, poesías, actuaciones, milagros de la bohemia súbitamente abandonada por la juventud contemporánea. El siglo XXI ha decidido que lo importante viene en frasco etiquetado, y simplemente nuestras vidas se han transformado en una gran caja registradora, por la que nuevos y cada vez más sorprendentes productos que agotan lo poco que residía en nosotros de la antigua y abandonada “imaginación”. No hay lugar en nuestras asediadas agendas para convertir lo que queda en ellas de ocio en producción real: leer, escuchar y observar cada vez más internamente, cada vez más consciente y oníricamente, es la salida y el escape de nuestras rutinas y nuestros calmos y organizados procesos de existencia. Y sobre todo, especialmente, crear.
Las mentes modernas, que completan y construyen el espacio de sobrevivencia de este Mundo y en particular de esta sociedad, han contribuido por su experiencia, su existencia o su planificación y evolución, a destruir la posibilidad de formar un sistema de valores reales, basados en la felicidad de todos, más allá de la egoísta idealización de sus objetivos. La revolución del éxito se contrapuso con la rebelión del arte y las almas libres, y la empresa conservadora de mantenernos inocuos al cambio se llevó a cabo sin ninguna baja, sin ninguna piedra que siquiera la hiciera temblar.
Creo que somos las víctimas de esta manipulación mental y sentimental que llamamos “evolución”. Creo que somos los vividores de un excremento social que nos presentan como milagro u oasis urbano. Creo que somos los que fabricamos nuestra propia identidad de muñecos de trapo. Creo que somos muchos más de los que creemos ser: alcanza con mirar por la ventana del colectivo, por la retina del ojo que transportamos, por la voz del que pide una moneda, por la insensibilidad de quien ocupa una realidad que no le es propia y que robó sin pensarlo dos veces. Creo que somos los que pintamos las canciones del futuro, los que cantamos los poemas del misterio a venir, los que escribimos las líneas que perfilan los senderos que recorreremos, los que cada vez con más énfasis dejamos estampado en el corazón de esta publicidad circular llena de individuos la necesidad de recuperar lo que alguna vez nos convirtió en seres distintos y nos paró en dos patas: la necesidad de desarrollarnos. Estoy convencida de que los bohemios, los artistas y los reos; los abogados, los médicos y los contadores; los nuevos, los de siempre y los viejos; los milagrosos, los adictos y los ineptos; los astutos, los zarpados y los abandonados; los que saben qué hacen en esta vida y sobre todo los que todavía no, les importe mucho o no tanto; todas las personas que acompañan el andar de la que se cruzan en la calle son responsables de cambiar esta realidad, de crear una nueva realidad. Una realidad de pensamientos, entendimiento, igualdad, comprensión y destreza creciente. Somos.
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