9 de julio de 2009

Jane y el destino de lo imposible.

Cada mañana, todo iniciaba de nuevo. Sonaba el despertador, algún locutor poco positivo anunciaba con tono preocupante otra desgracia universal, su pie derecho bajaba previo al izquierdo de la cama y su mente prefería quedarse otros quince minutos reposando en la almohada. Abría la puerta entrando a ese congelador que su familia prefería nombrar baño y, entre bostezos y lagañas, trataba de despertarse antes de que algún pared lo hiciera por ella. Jane tardaba todas las mañanas un promedio de 40 minutos entre que se levantaba y salía al mundo real. Jane tardaba todas las mañanas un promedio de 2 horas entres que salía al mundo real y se despertaba.
Cada mañana, todo empezaba otra vez. Bajaba por la interminable escalera del subte, entraba al vagón, se sentaba frente a la envidiosa mirada de los otros y cerraba los ojos, rogando una plegaria insulsa frente a su contaduría de estaciones pasadas. Salía por la misma escalera atisborrada de gente y trataba de aislarse del mundo en su música, sabiendo que eventualmente algo o alguien le haría entender que su burbuja no era irrompible. Jane solía cantar durante todo el recorrido citadino temas de la más variada calaña, dejando de lado lo que cualquiera pudiera pensar, viviendo como si por fin el mundo no existiera.
Cada día, todo parecía repetirse inevitablemente. Las horas frente a la computadora, los siglos sentada en los bancos de madera, los innumerables intentos de personas que se le cruzaban simulando ser únicos y sólo volvían a contarle la historia que minutos antes había empezado otro (eventualmente, algunos parates entre hipocresía e inutilidad la entrecruzaban con compañeros de vida que era mejor no perder). Y finalmente, la misma familia, la misma casa, la misma comida, las mismas peleas, el mismo andar.
Jane empezaba todos los días tratando de que fuera distinto, y los terminaba sabiendo que nunca iban a cambiar. Jane imaginaba todos los días que algún día se iba a levantar y las cosas finalmente iban a ser distintas. Jane soñaba con la idea de que todo cambiara para finalmente cambiar. De hecho, durante años había estado cambiando la gente, los lugares, los estudios, su propio andar: siempre cambiando era la forma de saber que estaba viva, o eso le habían dicho. Ahora, Jane empezaba a temblar. Veía que los cambios no hacían otra cosa más que mantener todo en su lugar. La gente nueva repetía cíclicamente a la gente que había abandonado. Los lugares simplemente eran cada vez más grises y menos únicos. Ella misma se iba transformando cada vez más en una especie de mixtura incoherente de todo lo que había vivido. En vez de haber reforzado sus virtudes con tantos cambios, lo único que lograba cada día más era ser cada vez más inentendible.
Cada noche, todas las horas volvían a suceder sin descanso en el medio. Se acostaba a la medianoche, pasaba la primer mitad mirando el techo y buscando formas de salir de ese círculo vicioso, y la segunda mitad soñando con realidades absurdas de felicidad y compasión. Las seis horas que comprendían ese rélax del mundo real nunca le habían parecido necesarias, si al fin y al cabo sabía que al despertarse todo volvería a repetirse.
Esa mañana, Jane decidió volver a la jungla. Tomó un bolso, lo llenó hasta donde pudo con lo que le pareció importante, y dejó todo el resto atrás. Compensó los días que faltaban para seguir repitiendo la rutina con una carta generalizada y tomó el primer avión a Nueva York. Se bajó en el aeropuerto JFK sin saber realmente a qué había ido o cómo iba a seguir adelante. Lo único que sabía era que finalmente ahora tenía una página en blanco adelante: no iba a cambiar, iba a empezar desde cero.


3 comentarios:

Agustin dijo...

Que autorreferencial... igual me gusta, como todo lo que escribís.
Vos no te inspirás como otras personas. Vos escupís la vida...

Un Ángel Gris dijo...

autorreferencial a full... y eso q hace mil q no te trato :P
Muy personal, very Paula-ish.

Aunque me hubiera gustado mas si en vez del JFK se bajaba en el John Lennon de Liverpool :P

Beso!

Ragnar dijo...

Uh. Me gustó mucho. Y lo que pusieron más arriba, de "escupir la vida", me pareció una linda (?) imágen y muy precisa para describir tu forma de escribir. Si tuviese que clasificarme a mi, diría que en mi blog la masco, como si fuera un chicle, a la vida. Y a mi me parece bien que se baje en el JFK. Yo, personalmente, me hubiese ido a Australia o NZ... Pero supongo que a Jane le copaba la selva de hormigón.