23 de septiembre de 2007

hipocresía*

Hipocresía eterna azota a la ciudad despierta. Los que duermen (malditos suertudos) condicionan la hipocresía a los sueños que los acogen.
Detrás de mi comentario post saludo, hipocresía. Detrás de su mirada, hipocresía. Sostener miradas en el mundo de hoy en día no vale nada. La palabra tampoco, el honor se ha escapado por la ventana.
En sus escritos encuentro la hipocresía de quien se queja y no soluciona nada. De quien dice tener la respuesta pero no la comparte con nadie.
En su crítica descubro que él no ha cambiado en nada. Es igual al resto, y eso me desgarra. Sus comentarios destruyen lo que su imagen se complace en alentar.
Cierro mis oídos, mi mente; mi piloto automático se enciende al instante en el que el beso se instala. Mi alma se pone en funcionamiento a medida que me despierta para que el filtro nuevo sobre mi mirada me permita ver más rápido esa exclusión mía del mundo.
Hipocresía eterna azota a la ciudad despierta. Yo despierta me arrepiento de haber dejado la cama. Ahora sólo puedo decidir: o me desencanto de mi líder natural y me rindo a la más profunda soledad y angustia; o sigo como hasta ahora, dueña de un filtro único y espectacular que me permite ver todo lo que somos y jamás podré cambiar.

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