23 de septiembre de 2007

histeria*

Supremacía de la histeria. El grito y el llanto han conquistado el espacio del silencio y la paciencia. Se suceden los augurios de estelas maravillosas. Lágrimas se confunden con la sorpresa de las contrapartes.
Soluciones a problemas sin sentido se han cansado de conquistar corazones y almas. Suenan en el aire las combinaciones de compases, mezclados de la manera más suprema. Inentendibles protestas y quejidos corroen los antiguos sentimientos que en algún momento de la historia supieron ser jefes de las acciones.
Los cobardes ya no se confunden con los valientes, porque valientes no existen más (y los cobardes se apoderan del mundo). Detrás de los cobardes, la histeria propia de un mundo cada vez más andrógino.
Recuerdo la época en la que la igualdad corría en un solo sentido. Mujeres iguales a los hombres, y no viceversa. Y en algún punto, en algún lugar, los términos se mezclaron, se fundieron detrás del término “igualdad”.
No es el tiempo el que cambia sino nosotros los que nos cambiamos a nosotros mismos y al tiempo. Dejamos (sin sentido) que la histeria se combinara con la normalidad, y ahora funcionamos bajo su orden, bajo su grito de mando.

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